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Por qué un centro de datos
Evolución de las arquitecturas de red corporativa
Las redes corporativas hacia el año 2002
Hasta los primeros años del milenio, la infraestructura de comunicación de datos de las empresas estaba formada en la mayoría de los casos por un conjunto de redes locales instaladas en cada una de las sedes, que se interconectaban con la central o con otras sedes a través de las diversas redes de comunicaciones existentes por entonces. Por lo general, la conectividad a alta velocidad sólo estaba disponible dentro de los confines de cada una de las sedes u oficinas, a través de una infraestructura cableada de red local basada en tecnologías como Ethernet o Token Ring, entre otras, pero para la interconexión entre distintas sedes las empresas tenían que recurrir a soluciones técnicas de elevado coste y velocidad muy inferior a la de sus conexiones locales, como la Red Telefónica Pública Conmutada (RTPC), la RDSI, X.25, conexiones ATM o Frame Relay, o enlaces de red privada virtual (VPN) de baja capacidad.
En aquel entorno, la distancia entre nodos era un factor limitante fundamental a la hora de diseñar la arquitectura y la implementación técnica de las redes de datos corporativas y de los servicios informáticos ofrecidos a través de ellas. El factor distancia influía directamente en la velocidad de transmisión disponible en la práctica y en el coste de los servicios. Debido a esta limitación, para obtener una velocidad de respuesta razonable y racionalizar los costes de explotación, muchos servicios informáticos acababan replicándose a nivel local en cada una de las sedes, ya que su centralización en un único nodo dispararía los costes de comunicación. Las empresas instalaban a menudo servidores locales en cada oficina para sus sistemas CRM, el correo electrónico, los servidores de archivos o de copia de seguridad, o los sistemas de seguridad como firewalls, y recurrían a las conexiones de larga distancia sólo cuando era estrictamente indispensable para acceder a los datos o transferirlos de una sede a otra.
Esa proliferación de servidores locales conllevaba un elevado coste de mantenimiento, ya que obligaba a disponer de personal técnico cualificado en cada oficina para su gestión y explotación, a adquirir y mantener gran cantidad de equipos y dispositivos informáticos, y a proteger adecuadamente las instalaciones y los datos que en ellas se manejaban. Además, en muchos casos las infraestructuras o tecnologías utilizadas variaban de una sede a otra, especialmente en las grandes empresas más diversificadas geográficamente, lo cual complicaba aún más el control técnico de los sistemas.
Hacia el año 2002
Hacia el año 2002, con el aumento de la velocidad media de las conexiones a Internet y el abaratamiento de los dispositivos concentradores de red privada virtual y otras soluciones VPN a pequeña y mediana escala, las conexiones VPN de media capacidad comenzaron a representar una alternativa económicamente viable a los métodos de interconexión entre sedes basados en líneas punto a punto, RTPC u otras opciones, e incluso permitieron trasladar a la central algunos servicios que antes requerían un servidor local para obtener una agilidad de respuesta razonable. Por ejemplo, los servicios de CRM, correo electrónico, copia de seguridad, e incluso el acceso controlado a Internet a través de un nodo común, pudieron centralizarse en una sede única, generalmente la oficina principal de la empresa, descargando con ello a las oficinas periféricas del coste y el esfuerzo asociados al mantenimiento local de esos servicios, y simplificando su gestion.
Sin embargo, para algunos servicios que necesitaban un intercambio continuado de grandes volúmenes de datos o una gran velocidad de respuesta, siguieron utilizándose servidores locales, pues las VPN de media capacidad no garantizaban la fiabilidad y velocidad necesarias para un funcionamiento fluido de dichos servicios.
Por otro lado, los servidores físicos sobre los que se ejecutaban los servicios centralizados seguían residiendo en las oficinas de la empresa, por lo que la organización seguía necesitando dedicar recursos físicos, técnicos y humanos a su mantenimiento, incluso aunque esa labor fuera ajena a la actividad principal de la empresa.
La arquitectura de hoy
La generalización de las conexiones de alta velocidad en la “última milla” (fibra, radio, xDSL o 3G/4G), unida al crecimiento exponencial en la capacidad de transporte de las grandes redes troncales gracias a tecnologías ópticas como DWDM, y al aumento de la potencia de los ordenadores, ha transformado radicalmente el panorama de las redes corporativas. En nuestros días, la distancia entre los dispositivos cliente y los servidores ha dejado de tener relevancia a efectos de funcionamiento, pues las conexiones ópticas modernas de larga distancia proporcionan una velocidad y unos valores de latencia, retardo y fiabilidad que no tienen nada que envidiar a los de las conexiones de red local más rápidas.
Esta evolución ha hecho posibles nuevos modelos de arquitectura en los cuales la ubicación física de los servidores es prácticamente irrelevante a efectos de velocidad de respuesta y capacidad. Hoy en día los servidores pueden residir en un lugar indeterminado, al que la imaginación de los ingenieros ha dado el nombre de “nube” (cloud), un espacio virtual de confines difusos al que uno simplemente se conecta a través de una conexión genérica, sin preocuparse de dónde residen físicamente los equipos o los datos a los que se accede.
En este nuevo paradigma, los servidores que antaño habitaban las oficinas de las empresas, y más adelante migraron hacia la central, hoy residen en grandes centros de datos donde comparten conectividad, espacio físico, alimentación eléctrica, protección y seguridad con muchos otros equipos de otros clientes, pero con una separación absoluta a efectos lógicos entre los datos de cada uno de ellos, y los clientes pueden acceder a los servidores desde cualquier lugar del mundo a través de una infraestructura de red de alta velocidad con la que el concepto de distancia se desvanece.
Trasladando sus equipos a un centro de datos, la empresa moderna ya no necesita dedicar un costoso espacio inmobiliario en sus oficinas para la ubicación de sus servidores, equipar acometidas eléctricas, adquirir sistemas de alimentación ininterrumpida, instalar y configurar equipos de seguridad de accesos, prevención de intrusiones y protección contra incendios y catástrofes, contratar personal local para el mantenimiento de los equipos, implementar mecanismos de redundancia, ni establecer infinidad de enlaces de datos para la interconexión con sus oficinas. Hoy pueden trasladar toda esa infraestructura a un centro de datos externo, donde tanto sus equipos como sus datos disfrutarán de unas condiciones óptimas tanto desde el punto de vista físico como lógico, y serán gestionados por especialistas cuyo único trabajo es exactamente ese.